Debemos preguntarnos entonces ¿Qué es un buen nacimiento? ¿Qué aspectos debemos cuidar para que sea la mejor de las experiencias para la madre y para el bebé?
Hay, evidentemente, dos grandes protagonistas en todo nacimiento: la madre y su hijo. La madre ya ha pasado anteriormente (aunque sea su primer hijo) por la experiencia del nacimiento: el suyo propio, en el papel de hija. En el momento del nacimiento la madre es a la vez ella misma naciendo y de hecho, su hijo, ha formado parte de su cuerpo en una simbiosis total. Hablar de simbiosis entre madre e hijo es hablar de pensamientos, sentimientos y emociones compartidos. Lo que siente la madre, lo siente el bebé. Esta simbiosis no acaba con el acto del nacimiento, en que físicamente se separan a través del corte del cordón umbilical, sino que continúa en el tiempo, en los días, meses y años posteriores. Pero esta simbiosis entre madre e hijo no significa que el cerebro, la mente de la madre, sea el mismo que el del bebé, sino la existencia de dos cerebros diferenciados, cada uno con su particular forma de recibir y almacenar información. El cerebro del bebé es básicamente receptivo, con una percepción subjetiva, interiorizada y puramente emocional. El bebé, globaliza todo impacto emocional haciéndolo suyo y de esta forma escribe en sus células, en su sistema nervioso, en su cuerpo todo, cuanto la madre siente, sean emociones gratificantes o traumáticas. En el nacimiento debemos pues considerar, tanto las necesidades emocionales de la madre como las del bebé. Si la madre tiene una vivenciación gratificante de su parto, así lo sentirá también su bebé.
Necesidades emocionales de la madre
No cabe duda de que el primer deseo de toda madre, ante el acto de Dar a Luz, es que ella y su bebé no tengan ningún problema de salud, en cuanto a su cuerpo físico se refiere. A partir de aquí, cada madre tendrá sus propias expectativas sobre el desarrollo del parto. El problema es que esas expectativas se basan, generalmente, en una mala información (incluso en una des-información). También, cada mujer, según su entorno familiar, social y cultural, se ha creado una visión particular sobre el nacimiento. Uno de los sentimientos más repetidos es el miedo. El miedo al dolor, el miedo a que algo salga mal, el miedo a no ser “capaz”. De este miedo se sirven algunos estamentos médicos para manipular y someter a la mujer a sus prácticas clínicas, que no tienen en cuenta las necesidades emocionales de las madres y menos aún de los bebés.
No cabe duda de que, gracias a los adelantos médicos, se salvan vidas de madres y bebés durante el parto. Pero ya nadie puede negar tampoco, que nos hemos pasado de “frenada”. Lo que debería ser de aplicación puntual y efectiva se ha convertido en habitual y dañino. Tal como pregona el Dr. Michel Odent (experto obstreta), las excesivas intervenciones médicas en el parto interrumpen su proceso natural y tienen como consecuencia un exceso de utilización de fórceps, de cesáreas in-necesáreas, de episiotomías y de complicaciones post-parto (dicho de otra manera, sufrimiento innecesario para madre y bebé).
El Dr. Michel Odent demuestra, desde la fisiología, que el cuerpo de la mujer (y del bebé) está más que suficientemente preparado para Dar a Luz sin problema. Sólo hay que dejarlo que actúe. En las excepciones en que surja una complicación, ahí debe estar la medicina para solventarla. La Naturaleza dota a madre y bebé, para afrontar las exigencias del nacimiento, de lo que él denomina “Cóctel de Hormonas”. En este cóctel destacan las endorfinas –morfina endógena, que producen madre y bebé- y la oxitocina –genera contracciones del útero, induce al amor, al goce y al placer‑, que sólo podrá segregarse si no se produce adrenalina, al ser antagonistas. La adrenalina se produce ante una situación de peligro, de miedo, de inseguridad y ello nos da pistas para pensar qué aspectos debemos cuidar en el entorno del nacimiento. El Dr. Michel Odent aboga por un parto que hay que “mamiferar” en el sentido de respetar el proceso instintivo, natural, del nacimiento; a través de la intimidad, la seguridad, la temperatura adecuada, la libertad de movimiento, el lenguaje utilizado con precaución, la penumbra.
Fijémonos que la vivenciación gozosa ‑emocionalmente sana‑, del parto, por parte de la madre, necesita de unos cuidados limitados y sin intervenir en el proceso fisiológico del mismo. Necesita de un entorno íntimo, tranquilo y respetuoso con los deseos de la madre. Lo emocional y lo fisiológico interactúan, se influyen mutuamente para obtener un nacimiento sano y feliz; para que la madre viva, en toda su intensidad emocional, el milagro del nacimiento.
Necesidades emocionales del bebé
Desde la perspectiva del bebé, su nacimiento, es un hecho de alta carga emocional. Abandona el cálido y protector útero para surgir a un mundo desconocido, a través de un camino largo y lleno de obstáculos. El bebé, a lo largo de la gestación y en el nacimiento, mantiene una simbiosis total con su madre. Esa simbiosis implica que lo que siente la madre, lo siente él. Por lo tanto, un primer aspecto a considerar, en las necesidades emocionales del bebé, es el estado emocional de su madre a lo largo del trabajo de parto. Ya hemos visto qué aspectos contribuyen a que el estado emocional de la madre sea el mejor posible.
Además de los sentimientos que le transmite su madre, el bebé experimenta por sí mismo las diferentes etapas que se suceden a lo largo del parto. En su corto pero intenso camino hacia el exterior, sentirá en su cuerpo las exigencias del proceso y también se inundará de intensos sentimientos y emociones, propios y provinentes de su madre. Justo en el momento de nacer tenemos el momento más crítico del proceso a nivel emocional. De repente está en un mundo desconocido, en un espacio amplio que contrasta con la estrechez en la que hasta ahora había experimentado. Luces extrañas y sonidos desconocidos. Pulmones que luchan por respirar. De cómo perciba el bebé este nuevo mundo, dependerá su particular forma de percibirlo el resto de su vida. ¿Cuáles son sus necesidades emocionales en este momento? La primera necesidad es la de sentirse “seguro” (lo contrario es miedo, pánico, terror). Sentirse seguro significa sentirse protegido. Sentirse cerca de donde se ha sentido seguro toda su vida: junto a su madre. Tocando su cuerpo, oliendo su piel, escuchando el latido de su corazón, recibiendo su calor, percibiendo su mirada. En segundo lugar, necesita sentir la alegría, la felicidad, el amor de su madre. Esto sólo es posible situando el bebé, nada más nacer, en el pecho de su madre. No cortar el cordón umbilical hasta que deje de latir (otro sufrimiento que debe evitarse, puesto que si el cordón umbilical se corta antes, el bebé, literalmente, se asfixia; sus pulmones aún no se han vaciado de líquido amniótico y no pueden aportar el oxígeno necesario), no practicar pruebas médicas, ni curas que pueden posponerse para más tarde, no separar bajo ningún concepto a madre y bebé.
De nuevo la fisiología apoya lo emocional. Continuando con el “Cóctel de Hormonas”, si se permite el contacto inmediato entre madre y bebé, se va a producir la mayor descarga de Oxitocina que experimenta un ser humano en toda su vida. Ello induce al amor maternal, al apego madre-bebé a sensaciones placenteras y de felicidad. Al mismo tiempo se segrega Prolactina. Se facilita el inicio de la lactancia, el desprendimiento de la placenta y se previenen hemorragias. ¡Casi nada, si dejamos a la Naturaleza actuar!
¿Qué es un buen parto?
De entrada todos estaremos de acuerdo en que un buen parto es el que tiene como resultado final una madre y un bebé en perfecto estado de salud. A partir de aquí es cuando debemos considerar que la palabra “salud” incluye el estado mental y emocional de las personas (no sólo la del cuerpo), por lo que un buen parto será, además, el que permita su vivenciación emocional, feliz y gozosa, por parte de la madre y del bebé.
Es más, por encima de las “formas” en que se desarrolle el parto y el nacimiento, prevalece el “sentir” de madre y bebé. “Casualmente” las formas que más pueden ayudar a esa vivenciación emocional feliz y gozosa, son las del parto “mamífero” que pregona Michel Odent. Un parto no intervencionista, ni medicalizado. Un parto respetuoso con la fisiología y con la vivenciación emocional, que permite a la madre y al bebé la máxima salud, física y psicológica.
Entonces, si no se tiene un parto en estas condiciones, o nace un bebé prematuramente, o se efectúa una cesárea, ¿tendremos unas irremediables consecuencias negativas en el desarrollo psicoemocional del bebé? No necesariamente. Antes del nacimiento hay largos meses de gestación, fundamentales en la construcción del vínculo afectivo entre madre y bebé. Una gestación en la que el bebé intrauterino recibe el amor de su madre es una sólida base para afrontar el nacimiento. Después del nacimiento hay minutos, horas, días, años, en que tenemos la oportunidad de ayudar a que, sea cual haya sido el proceso de parto, el bebé se sienta seguro, protegido, amado. Un nacimiento traumático para el bebé necesita, más si cabe, de todo el alimento afectivo que seamos capaces de darle (lactancia, colecho, atención del llanto, besos y abrazos sin límites).
El Decálogo de la Plataforma Pro Derechos del Nacimiento
Este decálogo habla de los derechos de que un bebé adquiere cuando decidimos darle la oportunidad de nacer.
A partir de ese momento estamos obligados a acompañarle adecuadamente en la aventura de la vida haciéndonos cargo de que esta se desarrolle de la forma más gratificante, enriquecedora y feliz posible.
La investigación evidencia que las experiencias vividas en los primeros estadios de la vida (concepción, nacimiento y primera infancia) dejan en el ser humano una huella imborrable cuyas consecuencias le acompañaran el resto de la misma.
Con la intención de prevenir posteriores secuelas psico-emocionales, invitamos a madres, padres y profesionales a respetar este decálogo.
1º El bebé tiene derecho al reconocimiento de su capacidad física y emocional, en su vida intrauterina y extrauterina y, especialmente, durante el tránsito entre ambas.
2º El bebé y su madre tienen derecho a intimidad y respeto antes, durante y después del parto.
3º El bebé tiene derecho a ser atendido personalmente por su madre, como mínimo, durante el primer año. La madre tiene derecho a disfrutar del contacto íntimo con su bebé cuando desee.
4º El bebé tiene derecho a disfrutar de lactancia materna a demanda, al menos, durante el primer año. A que durante su estancia en hospital se respeten los “10 pasos para una lactancia feliz” establecidos por UNICEF y la OMS y recomendados por la Asociación Española de Pediatría.
5º El bebé y su madre tienen derecho a permanecer juntos en las horas y días siguientes al nacimiento. Ninguna exploración ni estancia hospitalaria justifica la separación de ambos.
6º El bebé prematuro tiene derecho a ser incubado con el Método Madre Canguro. Ninguna unidad de neonatología es más saludable para el bebé que la piel materna.
7º El bebé y su madre tienen derecho a que se respeten el momento, ritmo, ambiente y compañía en el parto-nacimiento y a que el mismo transcurra de forma fisiológica. Un bebé y madre sanos tienen derecho a no ser tratados como enfermos.
8º El bebé intrauterino tiene derecho a que el bienestar emocional de su madre no sea alterado por un exceso y abuso de controles durante la gestación.
9º Los padres tienen obligación de buscar, y derecho de recibir toda la información y bien asesorados, tomar personalmente todas las decisiones relacionadas con el bienestar del bebé.
10º El bebé prematuro tiene derecho a permanecer pegado al cuerpo de su madre hasta que adquiera el peso y las condiciones optimas de salud. Ninguna unidad de neonatología es más saludable para el bebé que la piel materna.
Ante todo: información
La gestación, el nacimiento, son los hechos más importantes en la vida de las personas, tanto vivenciándolo como bebé, como siendo madres y padres. En las últimas décadas se ha tecnificado tanto la gestación y el nacimiento que se ha perdido en gran medida la oportunidad de experimentarlo con toda su carga emocional, con toda su fuerza vital.
Toda mujer tiene el derecho (y yo diría además el deber) de informarse de las diferentes posibilidades que tiene de traer a sus hij@s al mundo, de lo que supone cada una de ellas, teniendo en cuenta sus propias necesidades y las del bebé; escogiendo la que crea más adecuada a sus expectativas y deseos. Para ello no hay más remedio muchas veces que “buscar” esa información fuera de los cauces hospitalarios y médicos usuales, tarea que facilitan grupos y asociaciones dedicados a informar, asesorar y proteger los derechos de madres y bebés (incluidas las valiosas asociaciones de apoyo a la lactancia).
Sólo la concienciación de madres y padres de lo que supone una manera u otra de dar a luz puede hacer cambiar finalmente actitudes y protocolos irrespetuosos con las mujeres y sus bebés. Son muchas las personas dispuestas a promover este imprescindible cambio, por bien de los bebés, las madres, los padres y de toda la sociedad.
Enrique Blay (Psicólogo del Desarrollo)
Vicepresidente de la:
Plataforma Pro Derechos del Nacimiento
www.pangea.org/pdn/plataforma.html